“Estamos cursando uno de los momentos más interesantes de la historia”. Con esa frase, Mario Alberto Romero, egresado del programa de Economía de la Universidad de los Llanos, abrió su conferencia sobre Urban GPT, una iniciativa nacida en Villavicencio que demuestra cómo la Inteligencia Artificial (IA) puede aterrizar en lo público y lo social. Más allá de la fascinación tecnológica, Romero invitó a reflexionar sobre el impacto económico y laboral de la IA.
Cifras del Fondo Monetario Internacional advierten que cerca del 40% de los empleos en el mundo están expuestos a la automatización, mientras que en América Latina un 24% de las ocupaciones ya enfrentan riesgos por la IA generativa. Colombia, de hecho, aparece en el noveno puesto de países más expuestos. La pregunta es inevitable: ¿Qué lugar tendrán los profesionales, los egresados, los futuros trabajadores, en medio de esta transformación?
Ese diagnóstico llevó a Romero y su equipo a preguntarse: ¿Cómo puede la IA servirle a la gente de manera concreta? La respuesta fue Urban GPT, un modelo entrenado con legislación colombiana, Constitución, leyes, decretos, sentencias, conceptos de entes de control y ministerios; para que cualquier ciudadano pueda, en lenguaje natural, resolver dudas legales que de otro modo requerirían intérpretes técnicos.
El ejemplo es simple: una profesora que quiere construir un segundo piso y no entiende los requisitos de licencia. La respuesta formal suele ser un discurso lleno de códigos y artículos incomprensibles. Urban GPT, en cambio, traduce esa normatividad en una explicación clara y práctica. En palabras de Romero, se trata de darle a la sociedad un “traductor de la ley”.
El proyecto no solo apunta a ciudadanos individuales, sino también a empresas, gremios y al mismo Estado. Camacol, por ejemplo, ya lo está implementando para procesos privados. La idea es que tanto un líder comunitario como un emprendedor puedan contar con un acceso ágil a la legalidad, evitando dolores de cabeza y acercando al ciudadano a las instituciones.
En un mundo donde la IA genera temores de desempleo y desigualdad, Urban GPT apuesta por el lado contrario: usar la tecnología para empoderar a las comunidades. No reemplaza al profesional ni al funcionario, pero sí les permite enfocar su tiempo en lo estratégico, mientras la herramienta resuelve lo rutinario. Como concluyó Romero, la inteligencia artificial no razona como nosotros, pero puede ofrecernos caminos para acceder a la información que nos gobierna.
Y en un país donde la normatividad suele ser un muro de palabras técnicas, iniciativas como Urban GPT recuerdan que la verdadera innovación está en hacer simple lo que parecía inaccesible. En últimas, la pregunta que deja su conferencia es tan clara como desafiante: ¿qué queremos que haga la inteligencia artificial por nosotros: sustituirnos o acercarnos más a nuestros derechos?